Muestra un sabio meme
de filosofía contemporánea pop,
(doblemente filosofía por redimirnos
de los banales egos),
que ante el traspié de la lluvia
los epicúreos saltarían en los charcos.
Pocas cosas hay en el paisaje urbano
tan bellas como esos pozos artificiales,
llovidos por aguas naturales,
naturalmente acidificadas.
Duchas de humo fósil asfaltan el tizne
y bullen a nuestros pies
los mejores espejos negros.
Los charcos de hoy multiplican la magia
de aquellos que ayer chapotearan
los epicúreos, el legendario asno de Asos,
los mejores perros y el travesti de Cirene
(los sabios más formidables que ha
parido nuestro imperio del sol poniente).
Milenarios portales a los mundos subteriores
(bien lo saben los adeptos mistéricos),
los ahora pozos cibernéticos remezclan
el neón pastel, que tempesta en los carnavales
tiniéblicos, conjurando paisajes impresionistas
de nuestras soledades frenéticas.
¿Por qué, entonces, saltarían los epicúreos
ante la mirada apacible del asno
bajo el temporal? ¿Es acaso su desdén de
los dioses indicio de profana ignorancia?
¿Es siquiera concebible que sabios
de semejante talante, no fuesen iniciados
en los sagrados ritos secretos?
No:
Es un gesto de gratitud profunda
romper el espejo en momentos extáticos
como rompen sus guitarras los emisarios
fortuitos de las armonías ctónicas.
Los sabios pretéritos conocían el arcano
del humor y el juego como expresiones
superiores de la Paradoja Sagrada.
Saltemos, saltemos todos en los charcos
y destruyamos el neón, para que
llegue de los mundos subteriores
la otra gente, la gente hada, los olvidados
daimones, a apaciguar el terror solipsista
de nuestras soledades frenéticas.