Es prácticamente imposible hablar de Bernardo Kastrup sin tocar temas espinosos y debates agrios en los que los más elevados valores del conocimiento y la academia quedan por el suelo. No por Bernardo, desde luego, sino por los temas. En pocas palabras, el idealismo metafísico sostiene que el fundamento último de todo lo que existe es mental, en lugar de material. Esta postura existe por lo menos desde los filósofos clásicos griegos y ha evolucionado a la par de la historia y las culturas desde entonces, pero desde el ascenso de las ciencias materialistas y sobre todo desde el positivismo del siglo XIX, parece haberse vuelto anatema. No es sino mencionarlo en ciertas circunstancias, cruzarse de brazos y dejar que el caos haga lo suyo.
Pues bien, Bernardo Kastrup es considerado la punta de lanza del renacimiento del idealismo metafísico y proponente del idealismo analítico (como él prefiere denominarlo). Lo de “analítico” significa, si entiendo bien, que Kastrup está decidido a sustentar todos sus planteamientos dentro del más estricto rigor filosófico y científico, es decir, en los términos de los materialistas acérrimos de nuestra época, consciente de que hay también un auge idealista desde perspectivas, digamos, “espirituales”, pero que en los contextos académicos más celosos dichas posturas no gozan de reconocimiento alguno. A lo sumo se las mencionará ocasionalmente como objetos de la mofa y la sorna de la superioridad intelectual materialista.
He ahí uno de los meollos del asunto: El materialismo, entendido como que sólo existe o sólo es real aquello que es material (y que en términos más técnicos Kastrup prefiere llamar fisicalismo metafísico convencional[1]), goza desde hace al menos un siglo de una suerte de superioridad intelectual, parecida a la superioridad moral de las gentes bienpensantes que creen tener el derecho, es más, la obligación sagrada, de sermonear a las demás personas sobre la forma correcta de vivir. No es sino mencionar el problema duro de la consciencia[2] para exponerse al reproche, el escarnio, el vituperio, la intimidación, cuando no el matoneo puro y duro, sin escrúpulos ni consecuencias. Piensen solamente en lo que debemos aguantarnos las personas religiosas (no los fanáticos comprobados con, por ejemplo, posturas políticas inaceptables, no: Cualesquiera personas religiosas) en determinados contextos y situaciones. Por bien que nos vaya, somos unos idiotas, ignorantes, quizá hasta iletrados, a quienes no debería permitírseles participar de la conversación.
Tal vez sólo por eso, e incluso si hipotéticos nuevos horizontes del conocimiento refutaran sus ideas, Bernardo Kastrup es necesario e importante. Porque huele muy mal lo que viene sucediendo desde hace décadas, y sucede todavía, no bien se plantean cuestionamientos al materialismo, incluso en pleno siglo XXI, cuando dicha postura lleva más de medio siglo haciendo agua, mostrándose no sólo insuficiente para explicar la mitad o más de lo que significa ser humano y otro tanto acerca de la propia realidad objetiva del mundo, sino peligrosa a un nivel quizás sin precedentes históricos en los ámbitos psicológico y social. Podría escribir indefinidamente acerca de este asunto, pero quizás esto sea suficiente para presentar al extraordinario Bernardo Kastrup y para esbozar por qué, en cosa de meses, se volvió mi nuevo filósofo favorito. A continuación, enlaces a su página web y al canal de YouTube de Essentia Foundation, la fundación que dirige para la difusión del idealismo analítico.
https://www.bernardokastrup.com/
[1] Mainstream physicalism / metaphysical materialism.
[2] Es decir, el hecho, que parece todavía indiscutible, de que el estudio del cerebro no permite explicar prácticamente nada de la experiencia humana; en otras palabras, ni las cualidades que percibimos en el mundo ni los contenidos de la mente; mejor dicho, la práctica totalidad de los fenómenos subjetivos e intersubjetivos.