Ray Bradbury, el principio del cuento-metáfora y la cantaleta

Ray Bradbury, el principio del cuento-metáfora y la cantaleta

Leyendo The Visitor (The Illustrated Man) parece que por fin entendemos el principio del cuento-metáfora, así como —tristemente— la razón por la que tantas personas dicen que Ray era “moralista”.

Este cuento bien podría ser una metáfora de la posesividad en pareja —o tal vez de las relaciones de pareja en términos más generales— y en algún momento Mark se lo dice literalmente a Saul. De hecho, también le dice algo como “you’re too possessive”. Parece que una forma en la que Ray hacía las conexiones de las que habla Neil (Gaiman) era pensar en un asunto específico y come up with una figura retórica —un símbolo a fin de cuentas— más o menos espontánea. Sin embargo, cuando hablaba de ello daba a entender que primero solía venir el símbolo y luego el significado. En el caso de este cuento, entonces, habría llegado primero la idea de un hombre con un don telepático y después, al desarrollar la idea, las implicaciones de posesividad, celos y demás. En todo caso, tenemos la sensación de que a nosotros nos funcionaría mejor de la primera forma.

Tomando como ejemplo Los dulces, tal vez podríamos enunciar la premisa en la forma de esa conexión simbólica. Sería algo así como “las adicciones son como cuando un niño come muchos dulces” y de inmediato aparece ese demonio bromista con mirada maliciosa diciendo: “¡cuán más macabro sería ese cuento si los episodios de la segunda y tercera parte también dieran la sensación de estar siendo protagonizados por un niño!” Se establece además la conexión con otro de nuestros axiomas, ese que le decimos con frecuencia a nuestros estudiantes: los adultos son niños que aprendieron a disimular la confusión.

No sólo aparecen nuevas conexiones sino que de paso casi que la premisa sugiere aspectos importantes sobre la estructura del cuento. Por ejemplo, en el caso de Los dulces lo primero que habría que hacer es mostrar a un niño comiendo muchos dulces. Esto llevaría naturalmente a las consecuencias y a las circunstancias de la situación, donde podríamos mantener al desconocido que se los dio a Alan[1] e incluso la posibilidad de que contuvieran drogas —él se enteraría años después de que el miedo era una estrategia de su madre para cuidarlo pero también mantendría abierta la posibilidad de que los dulces sí contuvieran drogas, sobre todo después de lo que le pasa con Lola Paz—. Hecha la conexión, termina la analepsis y volvemos al momento presente, cuando Alan conoce a Lola y en su mente ocurre la conexión entre los dulces y sus múltiples adicciones, sobre todo la adicción al sexo. La metáfora de los dulces nos permite jugar con la inocencia intrínseca de cualquier placer y la manera en que se enturbia —pervierte, ensucia, densifica, inflama, irrita, fermenta— con el exceso.

En cuanto al moralismo, sólo para no dejar esa idea enunciada, el personaje de Mark en The Visitor se desdibuja a medida que empieza a sermonear a Saul. Deja de parecerse a él mismo y empieza a parecerse a Ray. Nadie se imagina a un hombre menor de veinte años, con un poder sobrenatural que lo asemeja a un dios, sermoneando a otro que acaba de conocer como lo haría su abuelita. Narrativamente (¡existencialmente!) hablando, hay petulancia y condescendencia en toda cantaleta. Bajo ninguna circunstancia a la gente le gusta que le digan qué hacer ni que le reprochen reiteradamente lo que ha hecho mal. La situación se resuelve, se llega a un compromise, se empieza a trabajar visiblemente en cambios o se toman decisiones drásticas sobre la relación. Punto. Bajo NINGUNA circunstancia debe un personaje ser preachy, a menos que eso sea parte evidente de su personalidad y cumpla una función en la historia. En The Visitor Mark se siente inverosímil por su cantaleta de abuelo amargado sabelotodo. Es una lástima.


[1] Mientras escribimos esto, y pensando en el reencuentro de Alan con este desconocido (uno de los daimones que lo habitan) en su adultez, caemos en cuenta del buen manejo del destino por parte de Álex de la Iglesia en 30 Monedas, particularmente en la relación entre Ángel y Manuel. En uno de los episodios finales, cuando parece que su plan está consumado, Ángel le dice a Manuel que por eso lo eligió a él, porque era perfecto para desempeñar el papel que le correspondía.

1560 1079 El Puente de Octarina
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